Ediciones AqL invita a integrar la séptima edición de Galería Poesías y Cuentos. Al igual que las anteriores la edición será por el sistema de cooperativa. El equipo editorial de ALGOqueLEER seleccionará el material recibido.

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jueves, 27 de noviembre de 2008

1914 - Enero. – El camino // Nina Pedrini

Está ciego, pero en su alma y en su mente, el paisaje serrano lo acompaña como cuando lo transitaba, incansable, recorriendo con la mula Malacara, los ranchos de los habitantes de la zona, llevando la palabra de Dios.
Entre los dolores que la lepra le produce, su alma no concede tregua, bendice al Señor por haberle otorgado el padecer como un Don. Y repite:"cuando pude trabajar, Dios me dio el uso de todos los sentidos, ahora ya no los tengo. Bendito sea".
El sueño regresa, atraviesa las Altas Cumbres, de noche y de día, conduciendo a sus fieles hasta la Capital y de allí, de regreso a sus hogares.
Durante horas ha estado yendo y viniendo, cuando las luces de la mañana enceguecían las piedras, ondulaban el camino, raspaban las gargantas, transitaban cual fantasmas hambrientos, buscando devorar los ojos que no cejaban de recoger las formas de las rocas para encerrarlas en la memoria. Se complacía con los sonidos de las cascadas cayendo por las laderas, o con el graznido de los cóndores sobrevolando el camino.
Al atardecer el sol se despidió de a poco, las montañas descubrieron sombras ocultas, la caravana continuó sin detenerse.
Son más de veinte, al viento los mantos, cubren las cabezas de las muchachas. Hace tiempo dejaron de lucir sus melenas como flores de primavera. Sólo la memoria alberga los tiempos en que paseaban por las calles de viejos y lejanos países, de paisajes tan distintos y tan parecidos a los que estaban transitando.
La noche, tan negra como sus vestidos, abrió las puertas del sueño. Entumecidos, mujeres, hombres y animales detuvieron la marcha. No importó la rispidez del suelo, el frío, implacable verdugo, descendió sobre el grupo de seres confundidos con las negruras de la noche. Clavó sus filos en las carnes jóvenes, sólo el Curita de los Pobres se le escabulló; es que eran conocidos de mucho tiempo.
Él no descansó; recorrió el improvisado campamento, arropó a alguna de las viajeras, tranquilizó a otras, dio de beber una infusión caliente y amarga a varias. Tomen sin miedo, es mate cocido. Ya se van a acostumbrar. Por fin, acompañó con las oraciones al Divino Hacedor, Éste, tedió un poncho de estrellas y un último consejo: no teman están seguras. Mi Compadre es garantía.
Y el velo grisáceo se fue dibujando de nubes, luego de bruma y otra vez el sol.
Iniciaron el descenso, el sendero de arena y piedras fue bajando, los arroyos se iluminaron, los pájaros, los cuises, las lagartijas, regresaron a la vida.
El cóndor dijo: ¡Presente!, en lo alto, atisbaba el puma.
José Gabriel cubrió su cabeza con un sombrero aludo, indicó a las viajeras, como lo hizo desde que se iniciara el viaje, que debían proteger las suyas; porque si no, el sol se las haría pedazos. Alertó:¡miren que el bicherío siempre anda con hambre!
A media tarde entraron al pueblo bordeando un río dorado y caudaloso, la gente se alegraba por el regreso del padrecito. Ayudaron a las viajeras y su guía a desmontar, trasladaron los equipajes, pocos por cierto, a la única habitación, construida junto a la iglesia, les sirvieron la bebida amarga y verde, el camino no llegaba a su fin... recién comenzaba...
No es un sueño. Es uno de los tantos recuerdos que reconfortan su espíritu.
El día llega a la habitación en la que José Gabriel del Rosario espera que Dios, su Padre y Razón de toda su existencia, lo conduzca a la vida eterna.
No duerme pero evoca. Evoca a su amigo, el coronel José Santos Guayana, federal por convicción, muerto en una emboscada por serlo.
Sus ojos opacos se cubren de lágrimas, en el sopor de la bruma de los recuerdos, esboza una sonrisa. Está caminando por las galerías de la Casa de Ejercicios. Bendice las aulas del Colegio, las Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús que condujo por el camino de las Altas Cumbres, enseñan las primeras letras a niñas y jóvenes de la Villa del Tránsito.
Los caminos serranos, canales de regadíos, acequias, la extensión del ferrocarril, sus pobres serranitos, se le confunden en una y mil visiones.
Todo ha sido posible con la ayuda de Dios y la perseverancia tozuda de quien fuera en vida, simplemente, "El Cura Brochero".
El 26 de enero de 1914, su cuerpo maltrecho deja de sufrir, su alma parte hacia la Gloria.
El pueblo custodia sus huesos que reposan en la Parroquia de Villa Cura Brochero y venera la obra del Cura Gaucho, un luchador comprometido con los hombres, mujeres y niños de las soledades del Valle de Traslasierra.
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1 comentario:

Anónimo dijo...

Que lindo relato Nina, recordando al padre Brochero, el cura gaucho.

Muy bueno Nina

besitos Jóse

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